Volar papalotes, tradición que prevalece en Felipe Carrillo Puerto
Felipe Carrillo Puerto.- A unos días del suyo, los niños de las zonas indígenas mayas son ejemplo de lo que todos los infantes mexicanos debieran ser el 30 de abril y en cualquier otra fecha.
Viven su infancia sin tablets, sin teléfonos celulares, sin artículos electrónicos que los aíslen del mundo, de su familia, que los mantengan ensimismados y sentados, sin correr, sin sudar, sin vivir una niñez como la experimentada por todas las generaciones previas a la actual.
Así, en medio de la sequía, en su pobreza económica, mas no espiritual y mucho menos de salud, los infantes mayas quintanarroenses viven igual o más de felices, interactuando entre ellos y desarrollándose activos y sanos.
Ya de vacaciones, sin asistir a la escuela, sacan los hilos, madera que consiguen de los gajos y ramas de árboles resecos, con hilo, nylon, papel periódico o maché si su maltrecha economía familiar se los permite, arman sus papalotes.
Aprovechando los fuertes vientos, propicios por lo cálido que permite elevarlos y volarlos, los pequeños se divierten con estos juegos tradicionales que aún persisten en la zonas indígenas mayas.
Durante un recorrido por la alcaldía de Señor, Quintana Roo a 30 kilómetros de la cabecera municipal de Felipe Carrillo Puerto, Galu pudo ver en las calles a los pequeños volando sus papalotes, fabricados con una bolsa de plástico, unas maderitas y un hilo para que vuele.
Uno de los lugareños, Reynaldo Poot Pat, mencionó que en la temporada de abril en la cual los niños salen de vacaciones, aprovechan para armar sus papalotes o papagayos, kimbombas, canicas y trompos, entre otros juegos.
Lamentó que desgraciadamente estos juegos van desapareciendo debido que ahora los niños los hacen de menos y prefieren otros más Ad-Hoc al siglo XXI como todos los electrónicos, aunque el costo se los impide de momento.
Asimismo, dijo que el papalote se presta todavía a la realidad rural en virtud de que ante la falta de mucho cableado y a la abundancia de espacio libre es posible jugarlo donde sea a diferencia de la ciudad.
Empero, si bien lo tradicional prevalece en zonas como la maya de Quintana Roo, también es cierto que la modernidad se adueña poco a poco de estos sitios al contar ya con máquinas de videojuegos en la clásica tienda de la esquina.
Y ello, más que un costo económico para los pequeños, tiene otro de tipo simbólico ocasionado por llegar tarde con el mandado o quedarse con el cambio que deben entregar a sus madres y que terminan gastándose en los vídeojuegos: Un “wascop” en la cabeza, o bien, un jalón de orejas.